El control de los patógenos dentro de recintos especiales con pacientes sensibles, es fundamental para que no exista una propagación de infecciones que pongan en riesgo la salud de los mismos, las personas circundantes y hasta del personal médico. Es por ello que el tema de la ventilación, ya sea natural o mecánica con uso de ventiladores y extractores, siempre será importante.
Existen diferentes hipótesis que indican una clara ayuda del flujo de aire o circulación, en la que se podrían minimizar los riesgos de propagación de infecciones por núcleos goticulares (transmisión aérea tuberculosa que puede mantenerse por largos periodos). Sin embargo, las tasas de aireación todavía no están claras, o por lo menos son inconclusas, y es que, después de todo, las variaciones de las tasas de ventilación pueden estar muy sujetas a las mismas condiciones climáticas, y más cuando hablamos de una aireación natural.
Algo que es seguro, es que la ventilación natural y mecánica (ventiladores), sería capaz de minimizar la concentración de patógenos, diluyendo los patógenos en cuestión. De hecho, existe una hipótesis hecha por Menzies, en
la que se puede observar que las pruebas tuberculinas tenían más rapidez y frecuencia, en la incidencia hacia un personal médico que trabaja bajo condiciones donde la tasa de circulación del aire estaba por debajo del 2 ACH (Renovaciones de Aire por Hora), por lo que se puede deducir, que una tasa mayor a eso, podría hacer una dilución de los patógenos, siendo así, una disminución en la propagación de los núcleos goticulares infecciosos.
Ahora, existen dos puntos importantes a considerar para que se haga una adecuada determinación de las tasas de aireación mínima, donde la primera habla del resultado que posee la tasa de renovación de aire con respecto a la minimización de núcleos goticulares. El segundo punto se basa en un modelo matemático (ecuación de Wells-Riley), que esencialmente sirve para hacer un cálculo de los efectos de las tasas de circulación de aire, ya sea natural o por ventiladores, para disminuir la propagación de enfermedades de transmisión aérea.
La ecuación se representa y desglosa de la siguiente manera:
P = D/S = 1 – exp ( – Ipqt / Q)
Donde:
P = probabilidad de que personas susceptibles se infecten.
D = cantidad de casos de infección.
S = cantidad de personas con vulnerabilidad a las infecciones.
I = cantidad de personas que son capaces de infectar.
p = frecuencia en la respiración de cada persona (m3/s).
q = tasa de generación quanta por cada persona afectada (quanta/s).
t = total de tiempo en exposición (s).
Q = tasa suministrada de aire del exterior (m3/s).
Para establecer la renovación de aire por hora (ACH), se tienen que observar los volúmenes y las presiones del aire entrante. En ese sentido, los especialistas han podido deducir que la ventilación natural, tiene una considerable dificultad para estabilizar el flujo que se necesita percibir en un área determinada nosocomial, y eso se debe a que las fluctuaciones forman parte inherente de tal aireación. Si resulta complicado aplicar la presión negativa en una circulación de aire natural, entonces debemos esperar que la dilución sea lo suficientemente fuerte para que se minimicen los riesgos.
Eso nos lleva a la necesidad de planear de forma adecuada y anticipada, las áreas para prevenir las enfermedades de transmisión aérea, con la ubicación correcta de los pacientes que son potenciales infectantes, en ese sentido, el diseño de las habitaciones y en general, de la logística en cuanto a las entradas y salidas de la ventilación, y la colocación de ventiladores y extractores, se vuelve fundamental, porque después de todo, es preponderante evitar que las personas que están en los alrededores, no corran riesgo de infectarse por los núcleos goticulares.